México – La Procesión del Silencio tiene en la ciudad mexicana de San Luis Potosí una representación única en el mundo, en la que participan unas 2.000 personas en una peregrinación de toque sevillano.
Cuando la antigua puerta del Templo de Nuestra Señora del Carmen se abre en Viernes Santo, como cada año a las 20.00 hora local (01.00 GMT del sábado), su rechinido se escucha por toda la plaza del Carmen, en el centro de esta ciudad -capital del estado del mismo nombre- repleta de edificios del Virreinato.
De esta manera inicia la Procesión del Silencio, una celebración que dejó de celebrarse por mucho tiempo y se retomó a mitad del siglo pasado por la devoción de los toreros mexicanos a la Virgen de la Soledad.
La celebración, en la que los participantes están ataviados a la usanza sevillana, fue traída a México por la orden de los Carmelitas Descalzos en el siglo XVI.
Posteriormente fue retomada, en 1954, por los toreros y ahora forma parte de las decenas de representaciones religiosas que se cumplen en México durante la Semana Santa.
Según los relatos bíblicos, la Procesión del Silencio es el luto ante la muerte de Jesucristo y representa el momento en que María queda en reflexión tras la muerte de su hijo Jesús en la cruz.
Y en su desarrollo, quienes cumplen penitencia y los dolientes lo hacen en completo silencio.
«En la Procesión del Silencio en España le aplauden y le lanzan piropos a la Virgen de la Soledad, resaltando su belleza. Pero en México, en San Luis Potosí, es un acto de admiración, de dolor y de sufrimiento», contó a Efe la presidenta de la asociación civil Tradiciones Potosinas, María Guadalupe Romo.
Romo, una de la fundadoras de la festividad, explicó que en la Procesión participan 30 cofradías entre las que son distribuidas las catorce Estaciones del Viacrucis y los cinco Misterios Dolorosos del Santo Rosario, lo que la hace única en México y en el mundo.
Entre los cofrades que más destacan están los nazarenos, quienes caminan vestidos con su tradicional capirote, un gorro en forma de cono que forma parte del hábito que portan penitentes en la procesiones de Semana Santa.
Cada estación se representa con una imagen que es cargada en plataformas de madera por los cofrades, quien portan vestimentas con los colores de sus parroquias.
«Esa noche la virgen ‘sale a caminar’ por el centro histórico y es la única vez en el año que sale del Templo del Carmen», apuntó Romo, y precisó que la imagen de la virgen es atribuida al arquitecto y escultor español Manuel Tolsá (1757-1816).
Claramente influenciada por las procesiones de Semana Santa de Sevilla, este acto destaca por el uso en los tocados de las mujeres de la mantilla española, de origen sevillano, y de los rebozos mexicanos, de origen prehispánico.
Dando a la celebración religiosa un toque de mestizaje.
Otros momentos que remiten a Sevilla es cuando se dejan escuchar las saetas, cantos religiosos tradicionales que son interpretados en las procesiones de Semana Santa en España.
La procesión, marcada por los sonidos de tambores y trompetas, se desarrolla en casi cuatro horas y cumple una distancia de unos 2,5 kilómetros y la misma transforma al centro de la ciudad en una especie de un enorme templo.
«A San Luis Potosí llegó por la devoción de los toreros cuando uno de los Padres Carmelitas tomó la idea de Sevilla. En un inicio se reunían en un portal de la Plaza de Armas y cada año iban al Sermón del Pésame al Templo del Carmen y en esa primer procesión pasearon a la Virgen en procesión dentro del templo», contó Romo.
Romo relató que años más tarde llego otro párroco, vio la devoción y dijo: «Vamos a salir a la calle», y en esa primera ocasión apenas dieron la vuelta a la cuadra, es decir, caminaron en el atrio del templo.
Posteriormente un padre pidió la ayuda de Romo y ella, aficionada taurina, tuvo a bien invitar al torero Rivera (1918-1991) y a su esposa María de los Ángeles Agüero, quienes conocieron de la tradición en Sevilla, España.
En el 2013, esta tradición fue declarada Patrimonio Cultural del Estado de San Luis Potosí y actualmente se está creando un expediente para llevarlo ante la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) para que sea declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad.
De la edición 66, que se celebrará próximamente, depende esta declaración.