Fotografía de archivo fechada el 31 de mayo de 1999 que muestra al poeta uruguayo Mario Benedetti en su domicilio de Madrid (España). EFE/ M. Hernandez De Leon /Archivo

Montevideo – ¿Qué tienen en común un tema del cantautor uruguayo Eduardo Darnauchans y una escena del filme argentino «El lado oscuro del corazón»? Nada más y nada menos que la pluma de Mario Benedetti, un autor cuya obra tuvo en la música y en el cine una popularidad que trascendió fronteras y generaciones.

Los versos de «Corazón coraza», el mismo poema que un Benedetti reconvertido en marinero recita en alemán a una prostituta en la icónica película de Eliseo Subiela, fueron trasladadados en 1973 a una partitura por el cantautor fallecido en 2007.

Estos son ejemplos de esas otras trincheras fundamentales, la música y el cine, que tuvo durante su vida el poeta, ensayista, crítico y narrador nacido hace ahora 100 años, cuyos hitos serían la colaboración con el cantautor español Joan Manuel Serrat para la creación del álbum «El sur también existe» o la adaptación que el realizador argentino Sergio Renán hizo de la novela «La tregua».

EL CIELO DEL 69

«Te quiero» y «Cielito de los muchachos» son algunas de las canciones que, antes de serlo, brotaron de la mano de Benedetti, quien, pese a que no amaba la música popular, cedía al pedido de centenares de artistas que querían ponerle melodía a sus textos.

Hoy famosos para muchos, los versos de Benedetti no alcanzaron la fama de un día a otro. Fue a comienzos de los 70 cuando, en manos de un músico popular uruguayo, encontraron en la guitarra una compañía que los llevaría por el mundo.

Así lo relata a Efe el cantautor Héctor Numa Moraes, primero en musicalizar un texto de Benedetti: «Cielo del 69».

«Lo conocía desde muchacho, desde los 16 años por (el poeta) Washington Benavides, que me había hablado de él y tenía algún libro de poesía, pero en el año 70 hicimos espectáculos aquí con (el actor) Julio Calcagno, con mucha poesía española, latinoamericana y uruguaya, y ahí surgió ‘Cielo del 69′», recuerda Moraes.

El folclorista explica que ese «cielito», popularizado por el dúo Los Olimareños, supuso el inicio de un intercambio con el escritor, que le enviaba a menudo poemas para que musicalizara y, en muchos casos, tocara en actos políticos.

«Al texto ‘Pobre señor’, que es muy directo, le hice la música en el escenario, recibí el texto ahí porque (él) quería que lo cantara esa noche», ejemplifica.

MUSICALIZAR AL MAESTRO

Como Moraes, el músico uruguayo Washington Carrasco forjó con él una amistad, a raíz de un encuentro casual con el poeta antes de su exilio por la dictadura (1973-1985). Ambos coinciden en que musicalizar a Benedetti no era tarea sencilla pero sí gratificante.

«Es según el texto, hay textos que no son fáciles de musicalizar», detalla Moraes, para quien hay unos poemas que son más «cantables» que otros, mientras que para Carrasco la música ya está «dentro del poema» y la tarea es buscarla.

«Yo tengo varios métodos, a veces los leo y ya solo me canta el texto, me sale la música solita, pero a veces le pido a Cristina (Fernández, su esposa y compañera musical) que me lo lea en diferentes velocidades (…) pero siempre intrínsecamente está la música allí», señala.

Las dos colaboraciones musicales más destacadas fueron el disco que, en la década del 80, Serrat le propuso grabar «a cuatro manos» y que se llamó «El sur también existe» por un poema de Benedetti; y el recital «A dos voces», interpretado a dúo por el escritor y uno de sus grandes amigos, el cantautor uruguayo Daniel Viglietti, que viajó por los escenarios de medio mundo.

LA NUEVA CANCIÓN

Como señalan estudiosos del tema, Benedetti acompañó con sus versos el auge de la Nueva canción latinoamericana, estrechamente ligada a los movimientos guerrilleros de izquierda en la región y de la que formaron parte músicos como Viglietti.

Su viuda, Lourdes Villafaña, explica a Efe que ambos compartían muchas causas sociales: «La revolución cubana fue un amor de ambos, que los marcó mucho; lo mismo con la revolución sandinista (…), el movimiento zapatista en México y la lucha en Uruguay desde los años 60».

Agrega que ambos eran muy meticulosos en la elaboración de los recitales, ya que en las horas previas seleccionaban los poemas incluidos y hacían pruebas de sonido para que todo saliera a la perfección.

Otro encuentro productivo fue con los argentinos Alberto Favero y Nacha Guevara, quienes pusieron música y voz, respectivamente, a poemas que fueron «himnos» del cancionero regional como «Por qué cantamos», «Todavía y vuelvo» y «Te quiero».

Esta última canción es la que probablemente resuene más en la memoria con sus versos: «Si te quiero es porque sos / mi amor mi cómplice y todo / y en la calle codo a codo / somos mucho más que dos».

BENEDETTI Y EL ROCK

El rock tampoco fue ajeno a Benedetti. Una de las bandas uruguayas más reconocidas, No Te Va Gustar, le pidió en 2006 que recitara un poema al final de su canción «De nada sirve».

Aunque fue «muy cordial» con la propuesta, les dijo que no hacía «ese tipo de cosas», pero tras escuchar la canción aceptó y el grupo se llevó «una alegría gigantesca», explica a Efe Emiliano Brancciari, vocalista de NTVG.

Recitó sus versos «Amar sin nadie, vaya cosa triste / Sin nada que abrazar, ni Eva que nos abrace / Amar con alguien, vaya cosa buena…» y los músicos le grabaron con una cámara de video, de forma que cuando la tocaban en directo «aparecía Mario leyendo y la gente ovacionaba», recuerda.

UN CINE «DE AUTOR»

Benedetti fue gran amante y conocedor del séptimo arte, así que no es de extrañar que, además de escribir crítica cinematográfica, accediera a la adaptación de obras suyas, participara en festivales -como el de San Sebastián-, o se atreviera con la interpretación.

De la mano de Subiela, reconocido por cintas como «Hombre mirando al sudeste», llegó en 1992 «El lado oscuro del corazón».

«Estábamos todos revolucionados el día que Mario iba a filmar, muy expectantes, con mucha ansiedad», resalta a Efe su protagonista, el argentino Darío Grandinetti, quien recuerda que en un almuerzo Benedetti se mostró contento por que la poesía se colara en el cine.

El actor recuerda que, a la hora de grabar su escena, el poeta inspiró «gran ternura» en el equipo porque, dice, estaba «nervioso como un chico» y que, al tiempo, él le apoyó un día que tuvo que recitar unos versos suyos: «Él estaba escuchando y me dijo: ‘está bien, está bien, tranquilo, que está muy bien'».

«Mario era una persona muy entrañable. A mí me sorprendía ver que era como un oficinista. Uno tiene un preconcepto, un prejuicio de que los poetas o escritores tienen que ser de determinada manera y el aspecto de él era de un hombre tan sencillo», apunta.

La exitosa película «La tregua», filmada por Renán en su debut en 1974 y candidata al Óscar como mejor película extranjera en 1975, fue un caso emblemático de esa relación entre las letras de Benedetti y el celuloide, a los que se agregaron, entre otras, «Dale nomás» (1974), de Osías Wilenski -que recrea cuentos-, y «Gracias por el fuego», también de Renán (1984).