Men wearing protective face masks on the subway at Columbus Circle in New York, New York, USA. EFE/EPA/Peter Foley/Archivo

Chicago (IL) – A lo largo de la historia, los inmigrantes y las minorías han sido culpados de las plagas que azotan al mundo, y la actual pandemia de coronavirus, originada en China y con millares de enfermos y muertos, no es una excepción.

En Estados Unidos, ciudadanos de origen asiático, tanto chinos como familias de Corea, Vietnam, Filipinas, Birmania y otros lugares enfrentan una creciente intolerancia y racismo en forma de ataques verbales y físicos en ciudades como Nueva York y Los Ángeles.

Todos son «estigmatizados» y considerados culpables por ser asiáticos, declaró a Efe el historiador Alan M. Kraut, profesor de la American University, en la capital de Estados Unidos, y porque China ha sido el foco de la propagación mundial que ha tenido el COVID-19.

Según reportó esta semana The New York Times, más de una veintena de estadounidenses de origen asiático entrevistados por este medio en todo el país dijeron que tenían miedo de ir al supermercado, de viajar solos en el metro o en autobús, y de dejar a sus hijos jugar afuera.

Muchos comentaron que les han gritado, escupido y golpeado en público, pues ha surgido un repentino brote de odio que recuerda a lo que enfrentaron los estadounidenses de origen musulmán tras los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001.

El diario recordó que el entonces presidente George W. Bush exhortó a los estadounidenses a ser tolerantes hacia esa comunidad, pero en esta ocasión el actual presidente, Donald Trump, insiste en llamar «virus chino» al coronavirus y con esto da pie a más ataques racistas.

«La gente tiene miedo, y una de las respuestas es estallar tanto verbal como físicamente», dijo Kraut.

Sin embargo, apuntó que «la salud y las enfermedades son usadas a menudo para estigmatizar a los inmigrantes y justificar la xenofobia».

Kraut, es profesor de historia, autor de siete libros y de más de un centenar de artículos, y en su obra de 1994 «Viajeros silenciosos: gérmenes, genes y la Amenaza Inmigrante», recopiló las epidemias que azotaron a EE.UU.

En 1832 fue el cólera, del cual fueron culpados los inmigrantes irlandeses católicos; al final del siglo XIX, la tuberculosis era llamada la «enfermedad de los judíos»; en 1916 la polio fue atribuida a los italianos; y dos años después estalló la llamada «gripe española», que en un año mató entre 20 y 40 millones de personas en todo el mundo.

En ese momento, el país se encontraba en el medio de la mayor ola migratoria de su historia a raíz de la llegada de unos 23,5 millones de personas, en su mayoría de Europa oriental, China, Japón, Canadá y México.

Ningún grupo en particular fue culpado por la epidemia de 1918, aunque los chinos y mexicanos residentes en Texas fueron discriminados a la hora de ser atendidos por las autoridades sanitarias.

Según escribió Kraut, aquella gripe golpeó en especial en barrios de El Paso (Texas), con decenas de infectados entre grupos de mexicanos pobres que vivían hacinados, además no habían hospitales en la zona ni médicos y enfermeras que hablaran español.

Asimismo, la comunidad caucásica «no estaba dispuesta a gastar dinero en instalaciones sanitarias para atender a la comunidad mexicana», de acuerdo al historiador.

Kraut señaló que en la actualidad se vive una similar falta de cooperación y teme por las comunidades en la zona fronteriza con México, donde hay muchos solicitantes de asilo a la espera y es muy difícil cumplir con las recomendaciones de higiene y de distancia social.

«Esa gente ha sido abandonada a su suerte», alojada en campamentos improvisados y sin cobertura de salud y puede ser blanco fácil de la pandemia, dijo Kraut.

El Gobierno anunció el viernes pasado que además de cerrar el tránsito no esencial desde México, no permitirá el acceso de quienes traten de solicitar asilo desde las garitas oficiales de Inmigración en la frontera.

«No sabemos cómo afectará el coronavirus la política fronteriza, pero en las condiciones actuales podría extenderse como un fuego descontrolado», advirtió el historiador.