La secretaria de Estado de Asuntos Exteriores y para Iberoamérica y el Caribe, Cristina Gallach. EFE/Emilio Naranjo/Archivo

Conakri – Los jóvenes africanos que intentan llegar a Europa de forma irregular “no tienen información veraz, solo un sueño parisino que es falso”, asegura Elhas Mohamed Yalon, un “retornado” que intentó el viaje solo para fracasar y ahora colabora con la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) intentando convencer a los jóvenes que sueñan con emigrar que utilicen las vías legales.

Desalentados por la falta de oportunidades en sus países de origen y animados por los relatos y las fotos en las redes sociales de quienes ya lo intentaron, miles de jóvenes africanos se lanzan todos los años a intentar llegar a Europa, bien por la vía marítima que parte desde la costa occidental, bien por la vía del desierto.

“Es todo falso, un sueño; no es falta de oportunidades, es falta de información lo que lleva a todos estos jóvenes a intentarlo”, explica Yalon a la secretaria de Estado de Asuntos Exteriores, Cristina Gallach, quien visita el centro como parte de su viaje oficial a Guinea Conakri.

Que todo es un sueño lo sabe bien Yalon, que en 2015, cuando tenía 28 años, partió rumbo al norte y viajó durante dos años a través de Níger, Argelia, Libia y Marruecos (desde donde intentó en vano entrar por Ceuta) antes de rendirse y ponerse en contacto con la OIM.

Dos años en los que conoció cuatro cárceles de distintos países y sufrió dos ataques que le dejaron la cara marcada con grandes cicatrices antes de que la organización de la ONU le trajera de vuelta a Guinea y le dieran la formación y el apoyo necesario para abrir un pequeño comercio.

DESMONTANDO FALSOS SUEÑOS

Ahora se presenta como presidente de la Asociación de Retornados y trabaja con la OIM explicando a los jóvenes la realidad de la migración irregular, desmontando los falsos sueños de que el camino será breve y que nada más llegar a Europa encontrarán trabajo.

El “Centro de Tránsito y Orientación de Migrantes” está situado en la zona norte de Conakri, en medio de un maremagnum de chabolas y herrumbrosos containers que sirven de viviendas y tienditas, rodeados de basura y viejas acequias abiertas que debían servir de sistema de alcantarillado pero que hace ya mucho que quedaron colapsadas por plásticos y desperdicios.

Compuesto por varias edificaciones pintadas de un azul brillante, el centro luce limpio y bien barrido. Cuenta con un pequeño dispensario, unas salas de entrevistas, un gran almacén en el que se apilan decenas de colchones y cajas de jabón, dormitorios y cuartos de baño separados para hombres y mujeres y un techado en el centro que sirve de “cuarto de la televisión” y punto de reunión para las charlas de orientación.

LOS RETORNADOS

Aisha Kaba, una de las responsables de centro explica que los retornados son “los fracasados”, personas que han intentado sin éxito llegar a Europa porque en su camino se han encontrado con dificultades insalvables que le ha hecho desistir de su sueño.

Han sufrido robos, ataques violentos o incluso han caído en manos de las mafias y redes de tráfico de trabajadores o de mujeres.

“Sin pasaporte, sin dinero, sin contactos, algunos logran llegar a nosotros para que les ayudemos a volver a casa”, explica.

Aquí llegan los migrantes exhaustos, derrotados, con miedo a qué les deparará el futuro. Hace años que salieron de sus casas, deben mucho dinero a familiares y amigos que pusieron en ellos las esperanzas de toda la familia en un país en el que más del 60 por ciento de la población no tiene trabajo ni esperanzas de encontrarlo.

Una ducha, cama, comida y asesoramiento sobre las posibilidades de estudio o apoyo para una segunda oportunidad en su propio país es lo que ofrece la OIM, explica Idrison Sompare, responsable de la operación en Guinea Conakri, que asegura que, desde que se puso en marcha el proyecto en 2017, ya se han beneficiado unas 19.000 personas, 7.000 de ellas solo en Guinea.

Según un poster de la OIM colgado en una de las salas de entrevistas, la inmensa mayoría de guineanos regresa desde Níger, unos 11.353; en segundo lugar, Libia, con 3.776 retornados; seguido de Marruecos y Mali, desde donde han retornado más de un millar de personas.

De ellos, el 97 por ciento son hombres, 5 por ciento de los cuales son menores.

“Viajan engañados, en mucho casos por las redes sociales, en las que ven las fotos de emigrados posando felices junto a la torre Eiffel o apoyados sobre coches relucientes; nadie les habla de las dificultades y peligros del camino y de lo duro que es hacerse un hueco en Europa como inmigrante irregular”, explica Sompare.

VARADOS EN TIERRA DE NADIE

Y luego están los que se quedan varados en tierra de nadie, como Kageepan, un chico de Sri Lanka que pagó 10.000 dólares para que alguien le llevara a Canadá y acabó, tres años más tarde, abandonado a su suerte y sin dinero en Guinea Conakri.

Lleva varios meses viendo la vida pasar sentado en una silla de plástico en el centro de la OIM a la espera de que se vuelvan a abrir las fronteras y que la organización le facilite un vuelo de regreso a su país, explica resignado en un inglés mal chapurreado en un país francófono.

Tras la visita, Gallach lo tiene claro, tras elogiar la labor de la OIM y la “fuerza y valentía” de los retornados, asegura que “España siempre va a estar ahí para ayudarles y para explicar que la única vía segura es la de la emigración ordenada y legal, debemos esforzarnos por que llegue este mensaje”.