Un grupo de refugiados camina hacia la frontera griega desde la localidad turca de Edirneeste martes. Turquía ha insistido este martes por la mañana en que miles de refugiados y migrantes siguen cruzando la frontera con Grecia, mientras que la Policía griega asegura que la noche ha sido relativamente tranquila y que desde el sábado sólo 25.000 personas han intentado, sin éxito, entrar en el país. EFE/ Erdem Sahin

Doyran (frontera turco-griega) – Los miles de migrantes dispersos desde hace cinco días a lo largo de la frontera entre Turquía y Grecia están preparándose para una estancia larga, indecisos entre la constatación de que eran mentira los rumores de que el paso se abriría y la esperanza de que aún puedan entrar en la Unión Europea.

El pueblo de Doyran, sobre la orilla del río Evros, que hace de frontera natural entre los dos países, ha visto llegar desde el viernes pasado a decenas de sirios, iraquíes, paquistaníes y afganos, dispuestos a intentar cruzar al lado griego, que aquí dista apenas un tiro de piedra.

SOLDADOS A LA ESPERA

Pero los soldados al otro lado, agazapados entre la maleza, atrapan a quienes llegan con la lancha que ofrecen los traficantes a cambio de 50 euros, los detienen, los despojan de sus pertenencias y los llevan en sus vehículos a una zona alejada donde pueden vadear el río a pie para regresar a Turquía.

Así lo relatan a Efe varios refugiados que acampan en la zona, entre ellos un joven afgano que asegura haberlo intentado tres veces.

«Yo no lo he probado, pero he visto lo que ha pasado a otros. No pienso ir con los niños en estas condiciones», dice a Efe un sirio de Alepo, que se identifica como Mohamed Alí y que lleva ya cuatro días en el lugar, junto a su mujer y tres hijos pequeños.

Dueño de un restaurante en Alepo, Mohamed llevaba nueve años en la ciudad turca de Adana, en la costa meridional, desde donde fue en avión con su familia a Estambul y de allí en autobús a Edirne, tras anunciar el Gobierno turco que ya no impediría a nadie intentar cruzar la frontera.

«Allí la policía turca me dijo que bajara a Doyran y me trajeron, sin cobrarme», relata el hombre.

SI GRECIA NO ABRE, A BULGARIA

Si Grecia no abre la frontera, Mohamed se plantea acercarse a la linde búlgara, medio centenar de kilómetros al norte, para intentar pasar desde allí a Alemania, donde ya viven sus hermanas.

«¿Volver a Adana? No tengo nada allí, traspasé la casa, no me queda nada», asegura.

Tras pasar varios días a la intemperie, con temperaturas poco por encima de los cero grados, algunos migrantes han empezado a montar refugios improvisados con unas ramas y plásticos.

La ONG turca ASAM ha repartido unas mantas, pero la mayor parte de la ayuda viene de los propios lugareños, dice Alí, un joven de Alepo que lleva dos días en Doyran.

«Los campesinos de aquí son gente de buen corazón. Nos traen bocadillos, fruta, galletas, nos dan té. Son mejores que el Gobierno», asegura.

Un agricultor se interesa por el estado de una familia con varios niños y al poco tiempo regresa con un tractor que arrastra un pequeño invernadero prefabricado que acondiciona para la familia.

ESPERAR O REGRESAR

Alí duda entre esperar e intentar una nueva existencia en Europa o regresar a su vida en Estambul. No tiene claro si debe quedarse, una vez verificado que nadie consigue cruzar y que los militares griegos «disparan a quien intenta cruzar».

«Llevo cinco años en Estambul trabajando en una carnicería. Si vuelvo, recupero el trabajo. Pero me voy a quedar unos días más, por si acaso abren la frontera», dice a Efe.

Además, regresar no es fácil, añade. Según ha oído decir, las autoridades multan a los refugiados que quieren abandonar la zona fronteriza según el tiempo que ya hayan pasado allí: «Son cien liras (15 euros) por día, y te lo pueden cobrar en el control a la salida de Edirne».

Un conductor de una empresa de transportes turca que se identifica como Ibrahim corrobora en conversación con Efe que no se puede llevar a los refugiados de vuelta a Estambul.

HARTOS DE REFUGIADOS

«El Gobierno se ha hartado de los refugiados y los quiere en la frontera, no pueden ser llevados de vuelta», asegura este hombre, aunque renuncia a dar detalles sobre las normas que lo impiden.

Ibrahim se dedica estos días a llevar a migrantes de Estambul a la zona fronteriza, «un negocio completamente legal», como asevera, y está en Doyran para buscar a posibles clientes que quieran probar suerte en otros puntos de la frontera a lo largo del río Evros.

«Lo que no entiendo es por qué los refugiados tienen tanto interés en ir a Europa», reflexiona.