En la imagen, el expresidente de Uruguay José Mujica. EFE/Raúl Martínez/Archivo

Buenos Aires – Con prólogo a cargo del presidente argentino, Alberto Fernández, y epílogo del exmandatario brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, José Mujica narra en el libro «Mujica por Pepe» los pormenores de su intensa vida, marcada por su pasado guerrillero, los años en prisión y su paso por la Presidencia uruguaya.

En una decena de capítulos, ordenados por orden cronológico, el actual senador, de 85 años, va desgranando cada una de sus épocas en una extensa entrevista con el abogado y docente Nicolás Trotta, autor del libro publicado en los últimos días y actual ministro de Educación de Argentina.

DE GUERRILLERO A PRESIDENTE

Con la pregunta «¿Quién sos, Pepe Mujica?» y la respuesta «Pepe es un loco que piensa cosas raras», comienza un relato que se adentra en los orígenes del veterano político de izquierdas, con un primer capítulo dedicado a su familia y a los rincones donde se crió.

«Este hombre, descendiente de inmigrantes vascos e italianos, un poco huraño, liviano de equipaje, tozudo, generoso, y de una honradez desafiante, ejerce el talento de dar sentido a las palabras. (…) Porque su vida es un testimonio que sostiene cada frase que enuncia y cada pensamiento que comparte», escribe Fernández en el prólogo del libro, publicado por la editorial Ariel.

Su aproximación al anarquismo y los pilares que lo forjaron como miembro de la guerrilla armada de los tupamaros, en la década de 1960; su primer encarcelamiento, el segundo y su famosa huida y la posterior detención definitiva, que le tuvo en prisión durante la última dictadura (1973-1985), incomunicado y sometido a torturas. Todo eso lo aborda el libro.

«Mujica no dejó de soñar ni un único día de los 14 años que estuvo preso. Sabemos que las rejas de una cárcel política están hechas para aprisionar a hombres y mujeres, pero sobre todo para encarcelar sus ideas y quimeras», sostiene Lula en el epílogo.

Para el exmandatario brasileño, ‘Pepe’ insistió en «mirar más allá de la infamia» de los regímenes autoritarios de América Latina, «con el constante desafío de imaginar otro mundo posible».

UN PENSAMIENTO FORJADO EN LA CÁRCEL

En el libro, Mujica, conocido en el mundo entero por su estilo de vida austero y sus discursos contra el consumismo, reconoce que buena parte de lo que piensa hoy «se fue amasando en la soledad de los calabozos», y afirma que «probablemente los seres humanos aprenden más de la adversidad que de lo abonado».

«Mi personalidad no sería la que fue después si antes no hubiera vivido lo que viví. Porque son muchas horas perdidas, inertes, en las que vos le das vuelta a la cabeza, entrás a discutir, a hacerte preguntas que ni encontrás las respuestas», le dice a Trotta.

Reconoce que el «sueño» de los tupamaros era «transformar un golpe de Estado militar» que se veía venir «en una insurrección con amplios y mayoritarios apoyos populares».

Tras su salida de prisión, en 1985, lo primero que hizo fue visitar a su madre, y por la noche se reencontró con su pareja, la exguerrillera Lucía Topolansky, también recién salida de prisión.

Se dedicó a plantar y vender flores y apostó a la militancia política desde la legalidad, dentro del Frente Amplio, coalición de izquierdas fundada en 1971 y que llegó al poder por primera vez en 2005, con el Gobierno del socialista Tabaré Vázquez, en el que Mujica se desempeñó como ministro de Agricultura.

Ya en las elecciones de 2009, las urnas le eligieron presidente para el periodo 2010-2015, cinco años caracterizados no solo por su particular forma de ser y de vivir, sino por cambios sociales como la regulación del matrimonio homosexual y del cultivo de la marihuana, y de gestos humanitarios, como la acogida de refugiados sirios y de presos de Guantánamo.

EL LEGADO

Al ser consultado por Trotta sobre cuál quiere que sea su legado, Mujica señala que «una barra de muchachos que levanten las banderas de la igualdad y de la lucha de la justicia social» y sigan estando cuando él muera.

«La lucha es muchísimo más larga de la que supusimos cuando éramos jóvenes. Entonces, yo no veo otro camino que formar seres colectivos que le den continuidad a esa ley», señala el expresidente, definido por Fernández como «mucho más que un político», sino también un «militante» y un «filósofo», y por Lula como un hombre «generoso, solidario y valiente».