Denver (CO) – La persistente disparidad académica que afecta a los estudiantes latinos y afroamericanos al compararlos con alumnos blancos y asiáticos, especialmente en los exámenes escolares estandarizados, tiene un clara explicación: el racismo y sexismo sistémico en Estados Unidos, según un catedrático de Colorado.
En un reporte difundido este viernes, el doctor Dan Jesse, de la Universidad Estatal Metropolitana de Denver (MSU), consideró que “no se puede crecer en Estados Unidos sin ser racista o sexista” y que las personas deben comenzar a “hacer preguntas difíciles”, incluyendo “¿Qué podemos hacer en serio para comenzar a cerrar la brecha académica?”.
Jesse, con un doctorado en liderazgo educativo de la Universidad de Colorado en Denver, es el director del Centro de Asistencia a la Equidad Educativa en el Oeste, ha sido docente por más de 40 años y se dedicada desde hace dos décadas a estudiar la disparidad académica en Arizona, Colorado, Dakota del Sur, Nevada, Nuevo México, Texas y Utah.
Más específicamente, su análisis se enfoca en el bajo rendimiento escolar de latinos (especialmente inmigrantes e hijos de inmigrantes), afroamericanos de familias de bajos recursos y nativos americanos.
Según Jesse, el hecho que las minorías constituyan la mayor parte de la población con ingresos bajos revela la disparidad de oportunidades educativas para los estudiantes de esos grupos.
“La equidad educativa es un tema muy complicado y obviamente lo ha sido por cientos de años si uno realmente retrocede y analiza lo que ahora está sucediendo”, comentó Jesse en el estudio, publicado en el portal ResarchGate, puntualizando que la falta de equidad “genera desconfianza” entre las escuelas y las familias de los estudiantes, especialmente en los distritos escolares urbanos y populosos.
Ya en un estudio publicado en 2004 y enfocado en Texas, Jesse lamentaba que “se les prestase tan poca atención al proveer un currículo culturalmente relevante o clases bilingües” para que los estudiantes latinos, sin importar su nivel socioeconómico, “alcanzasen logros académicos sustanciales”.
Y en 2010, en otro estudio esta vez enfocado en Dakota del Sur, analizó cómo la reintroducción en 2008 del idioma de la tribu Lakota en las escuelas a cargo de los Lakota “reconectó a los estudiantes con su historia, cultura y prácticas espirituales”, impactando de manera positiva “tanto su rendimiento académico como su conducta”.
A pesar de esos y numerosos otros estudios, la disparidad académica sigue creciendo.
En Colorado, por ejemplo, en 2004 el 50 % de los estudiantes latinos y 60 % de los afroamericanos leían al nivel adecuado, comparado con el 80 % de los blancos, según el Departamento de Educación estatal. Pero en 2015, solo 25 % de los estudiantes de minorías leían al nivel apropiado.
A nivel nacional, “el progreso ha sido desigual, o lento, o muy pequeño”, según datos del Centro Nacional de Estadísticas Educativas, que muestran una disparidad que se mantiene desde 2004 de entre 15 y 25 puntos porcentuales en el nivel de lectura entre estudiantes de escuelas primarias, dependiendo de la edad de los estudiantes.
Para Jesse, una posible solución es que las escuelas logren la confianza de las familias latinas y de otras minorías por medio de “proyectos de participación cívica y aprendizaje mediante servicios”, una propuesta que el catedrático ya había presentado en 2005 al estudiar los logros académicos de 1.000 estudiantes minoritarios que participaron de esos proyectos.
Según Jesse, ese enfoque “funcionaría en todas las escuelas, pero resulta difícil porque la gente tiende a desanimarse”.