La Paz – La altura es un temido adversario a vencer cuando los equipos de fútbol llegan a la región andina de Bolivia para jugar partidos internacionales, pero que también ha sido doblegado con la estrategia y la mentalidad de quienes asumieron el reto de jugar entre los 2.500 a 3.900 metros.

El «fantasma» de la altitud ahora plantea un nuevo reto: jugar 4.090 metros en la ciudad de El Alto, vecina de La Paz y fortín del Always Ready, que por primera vez cobijará un partido internacional de la Copa Libertadores frente al Sporting Cristal de Perú.

El estadio Municipal de El Alto, supera la altura de otros escenarios bolivianos temidos como el Jesús Bermúdez (3.711), sede del descendido San José Oruro o el Víctor Agustín Ugarte, en el que también fue local el Real Potosí (3.900), también ausente de la primera división del país.

A estos se suma el célebre Hernando Siles (3.650) en La Paz, sitio en el que en la década de 1990 Brasil sufrió su primera derrota en una clasificatoria mundialista y en donde la Argentina de Lionel Messi dirigida por Diego Maradona cayó 6-1.

‘El Siles’ aparte de ser la casa de la selección de Bolivia también es bastión del Bolívar y The Strongest.

En Bolivia se sostiene que «se juega donde se vive» un argumento que se exhibió en los momentos críticos, cuando la FIFA de Joseph Blater intentó sin éxito condicionar los partidos en ciudades de altitud a un tiempo de aclimatación de hasta dos semanas.

Realidad y mito

En la altura se producen «cambios fenotípicos» marcados por una hiperventilación que aumenta la intensidad de la respiración así como de un mayor ritmo cardíaco, por lo que se gasta más energía, explicó a EFE el médico deportólogo Fernando Zalles.

Este experto, que fue médico de la Selección de Bolivia y del The Strongest, dijo que la preparación física de los futbolistas ha mejorado a tal punto que ahora «están preparados física y psicológicamente» para jugar en la altura.

«El daño mayor que sufre el atleta en la altura es el daño psicológico», apuntó.

En las últimas décadas hubo varias formas de contrarrestar los efectos de la altitud, con el uso de tapabocas en los entrenamientos o parches nasales en los partidos oficiales, provisión de galones de oxígeno en el campo, sesiones en cámaras hiperbáricas e ingesta de diuréticos o sildenafilo (viagra).

«Lo más adecuado es llegar a la altura, jugar e irse. Así no se da tiempo al organismo de reconocer el medio (…) porque no inició sus cambios fenotípicos, concluyó Zalles.

Arma táctica

El exjugador de Bolivia y entrenador de divisiones menores Juan Carlos Paz García dijo a EFE que el duelo entre Always Ready y Sporting Cristal en el Estadio Municipal de El Alto «marcará un antes y un después» en cuanto al rendimiento de locales y visitantes.

Paz García consideró que, en cada caso, lo importante es «apegarse al aspecto táctico» más allá de la fatiga y cansancio que pueda generar la altitud, a lo que añadió un «trabajo físico óptimo».

«Resguardarse en su propio campo, tener la pelota, esperar los espacios que te dé el equipo local, jugar de contra y ser efectivo», es una receta que Paz García identificó en los equipos que consiguieron éxitos y vencieron en la altura.

Fernando Ariñez, especialista en neurobiología del entrenamiento dijo que un buen rendimiento en la altitud es «multifactorial» y que entre esos aspectos está el psicológico.

Ariñez señaló que es fundamental la reducción de los estímulos en los jugadores para bajar sus niveles de estrés, de manera que se concentren únicamente en el balón, el rival y el propio equipo.

El experto citó el caso reciente de una selección suramericana que llegó a La Paz y se llevó un triunfo ante Bolivia, la táctica fue no hablar de la altura junto a un entrenamiento intenso antes del partido para un desempeño óptimo en cancha.

Aunque la altura es un factor que puede ayudar al equipo local a vencer, también existen numerosos casos en que los equipos visitantes resultaron vencedores, como el Santos de Pelé (1971), Brasil de Ronaldo Nazario (1997), el Atlético Mineiro de Ronaldinho (2013) y la Argentina de Lionel Scaloni (2023).