Migrantes centroamericanos que se dirigen a Estados Unidos salen de la localidad de Niltepec rumbo al municipio de Juchitán, en el estado de Oaxaca (México) hoy, martes 30 de octubre de 2018. EFE

Juchitán (México) – En el cielo el viento enlaza las banderas de México y Honduras, y en tierra la solidaridad hermana a los migrantes con el pueblo zapoteco. Los más humildes ofrecen algo de lo que tienen -ropa, pan, agua- y apoyan a las autoridades que reparten hoy alimentos a los visitantes.

Los juchitecos creen vivir un dejà vu al ver esas largas filas con manos al aire pidiendo botes de agua, alimentos, una prenda; filas para recibir comida tras el terremoto de magnitud 8,2 del 7 de septiembre de 2017 que dejó a miles sin casa y sin familia, y que destruyó los edificios simbólicos del poder político, económico, religioso y cultural de Juchitán.

Los migrantes están a dos kilómetros del centro de Juchitán y no alcanzan a ver plenamente una ciudad sin palacio municipal, sin parque, sin iglesias. Aquí no hay dónde refugiar a la caravana pues las calles siguen llenas de escombros, tabiques, cerros de arena y grava para la reconstrucción de las más de 20.000 viviendas y 98 escuelas dañadas por el sismo, que dejó 38 muertos en este lugar.

El hondureño Nelson Reynel Ruiz Madariaga, de 24 años, dice que fue al centro y no hay dónde quedarse, pues el parque ahora es mercado y mejor se regresó con un grupo de amigos pues andan en busca de su primo César Gustavo Sierra Vásquez, uno de los líderes de la caminata que cargaba una enorme bandera hondureña al entrar a México.

«Desde ayer a mediodía desapareció; nos envió un mensaje de texto y dijo que se había montado en una combi que lo llevó a un lugar para entregarlo a migración y después ya no supimos de él. Quien hace eso es de mal corazón. Queremos que lo busquen, que lo devuelvan a la caravana», dijo.

Y mientras los migrantes seguían llegando esta tarde a la central camionera, en las casas de la ciudad el pueblo espera también con comida, frutos y bebidas otra visita, la de los fieles difuntos, en una mezcla de la tradición de los antiguos binnizá (zapotecos) y de la cultura traída por los españoles.

En este sincretismo cultural, en las casas de las familias que hace un año perdieron algún familiar se elaboran ofrendas con panes, dulces, comida y bebidas colocadas sobre mesas adornadas con flores, veladoras y pencas de plátano, o en altares para el deleite de sus seres queridos, cuyo espíritu llegará a tomar de la ofrenda lo que quiera.

La presidenta municipal Gloria Sánchez López señaló: «Juchitán no se ha recuperado aún del terremoto; seguimos esperando del Gobierno federal un plan de reconstrucción integral para el municipio».

«Y aunque no tenemos recursos se brinda la ayuda a los migrantes, proporcionándoles agua, alimentos, atención médica, seguridad y el espacio para albergarlos durante su estancia con sanitarios y la mejora atención posible», sostuvo.

Dijo que para esta labor están coordinados con las autoridades federales, a través del Instituto Nacional de Migración, la Secretaría de Salud y la Policía Federal, entre otras instancias.

Aquí las patrullas municipales de Juchitán y municipios aledaños en el estado sureño de Oaxaca cooperan para acercar a los migrantes que en ocasiones se han desviado de la ruta o se internaron hacia poblados cercanos, temerosos de ser deportados.

En Ixtepec unos 500 migrantes permanecen en el albergue dirigido por el sacerdote y activista Alejandro Solalinde y pequeños grupos han decidido continuar su camino hacia Ciudad de México, adelantándose a la caravana que ingresó el 19 de octubre por el puente internacional que conecta la localidad guatemalteca de Tecún Umán con la mexicana Ciudad Hidalgo, en el estado de Chiapas.

La caravana llegó este martes a Juchitán después de una caminata emprendida por la madrugada desde Santiago Niltepec, Oaxaca.

Con la llegada masiva de migrantes -más de 7.000, según las estimaciones- escasearon los alimentos preparados por la autoridad municipal y quienes llegaban rezagados debían esperar en largas filas.

Se les proporcionó desde arroz blanco y frijoles de olla hasta guisado de chicharrón en salsa verde y pescado frito, acompañado de tortillas con café o agua fresca.

Dependiendo de la ruta que recorran, la caravana se encuentra a unos 2.000 kilómetros de su objetivo si entran a Texas desde el estado mexicano de Tamaulipas o a unos 3.500 kilómetros si se dirigen a California desde el estado mexicano de Baja California.

Este lunes una segunda caravana, conformada por unas 2.000 personas, entró al país por Guatemala. Este nuevo contingente se encuentra actualmente en la ciudad de Tapachula, Chiapas, y se espera que siga los pasos del primero e incluso podría ser que ambos se fusionen.