Fotografía personal cedida donde aparece Valeria, una joven de 24 años nacida en México y miembro de la Iglesia Alas de Salvación de la congregación Discípulos de Cristo, en Chandler, en el estado Arizona. EFE/Valeria B. /SOLO USO EDITORIAL /NO VENTAS

Washington – Valeria, Ilsy, Aide y Juan son 4 de los cerca de 650.000 «soñadores» cuyo pasado está marcado por una migración que no buscaron y un futuro que depende de los tribunales y el Congreso del único país que conocen como suyo, Estados Unidos.

La decisión que en los próximos días pueda tomar la Corte Suprema de Justicia sobre la Acción Diferida (DACA) podría marcar radicalmente la vida no solo de estas 650.000 personas que, según los últimos datos del Servicio de Inmigración y Ciudadanía (USCIS), están amparadas por este programa, sino de sus padres, parejas e hijos.

Gracias a DACA, miles pudieron continuar con sus estudios universitarios y otros muchos lograr un mejor empleo, y todos salir de unas sombras en las que vivieron, incluso sin saberlo.

El amparo migratorio convirtió a muchos «soñadores» en los primeros universitarios de su familia, y unos quieren ser ingenieros y otros abogados para intentar ayudar a inmigrantes como ellos.

Estas son algunas de las historias de los 650.000 «soñadores» que viven por todo el país y son mucho más que un número.

VALERIA

Nació en México, pero con apenas dos años se trasladó a Estados Unidos con su familia. Pronto supo que había algo que le hacía diferente.

«Yo aprendí que no podía ser enteramente yo misma en sitios donde la información pudiera usarse contra mi familia», recuerda la joven de 24 años.

La joven, miembro de la Iglesia Alas de Salvación de la congregación Discícuplos de Cristo, en Chandler, en el estado Arizona, trabaja en una oficina de seguros de automotores gracias al permiso de trabajo temporal que incluye el programa DACA.

Pero no siempre fue tan fácil.

«Crecí sabiendo que el español era mi primer lenguaje. Sabía que el color de mi piel era diferente, mis ojos no eran color del cielo ni mi cabello rubio», dijo a Efe. «Sabía que no debía decirle a alguien que nací en México ni debía contar la travesía de mis padres para traerme a este país».

ILSY

Nació en Honduras y tenía 12 años de edad cuando sus padres la trajeron a Estados Unidos, donde ha obtenido dos diplomas asociados de comunicación y lingüistica y está tomando clases de mercadeo y promoción de negocios.

También gracias al programa aprobado en el verano de 2012 por el entonces presidente, Barack Obama, ahora puede ayudar a escritores con la corrección de textos, la publicación de libros, la introducción de libros de autores latinos en las bibliotecas locales».

Por eso, y por los entre 20.000 y 30.000 recipientes de DACA que trabajan en los servicios de salud en plena pandemina del coronavirus, Ilsy espera que la Corte Suprema dé un resultado para todos ellos.

«Ya es tiempo de que haya una amnistía nacional y no sólo para los beneficiados por DACA o a quienes tienen un permiso temporario, sino para todos los inmigrantes», afirma a Efe. «Si van a cerrar el país a más inmigración, enfoquémonos en los que ya están aquí».

AIDE

Aide, que tenía 13 años de edad cuando fue traída a Estados Unidos, tiene «memorias vívidas» de caminar por horas cruzando montañas y a través de la frontera.

«Después de la escuela secundaria no se me ocurrió solicitar el ingreso en alguna universidad. Siempre supe que era una indocumentada pero no sabía qué significaba eso», añade. «Cuando llegó el momento de solicitar asistencia federal supe que necesitaría un número del Seguro Social y no podría obtenerlo».

Pero en Virginia está permitida la matriculación de inmigrantes no documentados, y Aide, con ayuda y su trabajo en un restaurante, y su pasión por genética, bioquímica, neurociencias y biotecnología obtuvo los diplomas que ahora le permiten trabajar como especialista en la prevención del virus de inmunodeficiencia humana en Fredericksburg.

«DACA cambió mi vida», señaló. «Me permitió obtener una licencia para conducir vehículos, un empleo mejor. La idea de que el Congreso no protegerá a los ‘soñadores’ es aterradora».

JUAN

Tenía siete años cuando llegó a Estados Unidos para reunirse con su padre y su madre que habían migrado dos años antes en una travesía «aterradora» para un niño que viajaba con gente «totalmente extraña».

Antes de DACA, Juan no hubiese podido ingresar a la universidad porque la familia no podía pagar por los estudios, pero con el programa, el joven ven que ahora estudia en el Northern Virginia Community College, pudo conseguir un empleo de tiempo parcial y ayuda financieramente a la familia.

«Quiero aprender más acerca de las leyes y las políticas que afectan a otros jóvenes que están en mi misma situación», señaló.