Tegucigalpa – ¿Vale la pena?, cuestionó hoy el cardenal Óscar Andrés Rodríguez a quienes han sido extraditados a Estados Unidos acusados de narcotráfico y terminan “cantando” o delatando a la red para reducir sus penas.
– “De qué sirven que acumulen y acumulen y después hasta sus misma familias se dividen por las cosas”, citó el cardenal hondureño en la misa de este domingo.
¿Vale la pena vivir acumulando y después terminar en una cárcel el resto de la vida?, preguntó al tiempo que reprochó el “narconegocio” en Honduras.
Pensemos en todos los que viven del narconegocio, acumulan bienes y estos después quedan en manos de instituciones.
Además criticó a quienes admiran este estilo de vida y contó que una ocasión en Puerto Lempira un niño le expresó que de grande quería ser narcotraficante. “Un niño que ni entendía de qué se trataba, pero veía lo que pasaba a su alrededor y quienes salían de la pobreza aparentemente eran los dedicados a ese narconegocio”.
En que quedan, preguntó y respondió extraditados al hacer referencia sobre los narcotraficantes en Honduras.
Añadió que el destino de estos malos hondureños es pasar el resto de su vida en una cárcel.
Pasan denunciando o “cantando” como se dice popularmente en los “coros” de Nueva York donde van a denunciarse unos a otros con tal de reducir las penas en la cárcel.
Consideró que son personas insensatas que pierden el sentido de la vida.
No obstante, dijo que la gente que trabaja honestamente pero vive para acumular también cambió a Dios por un becerro de oro.
Aquellos que ya no tienen tiempo para Dios ni para la oración, pero sí para la bolsa de valores y llenan su vida de cosas y no de amor, caviló el también coordinador de cardenales del Vaticano.
“Aquellos que cierran su corazón y son incapaces de hacer algo a favor del prójimo son insensatos”, zanjó.
A continuación Departamento 19 reproduce la lectura del día tomada del santo evangelio según san Lucas (12,13-21):
En aquel tiempo, dijo uno de entre la gente a Jesús:
«Maestro, dije a mi hermano que reparta conmigo la herencia».
Él le dijo:
«Hombre, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre vosotros?».
Y les dijo:
«Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes».
Y les propuso una parábola:
«Las tierras de un hombre rico produjeron una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos, diciéndose:
“¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha”. Y se dijo:
“Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el trigo y mis bienes. Y entonces me diré a mí mismo: alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe, banquetea alegremente”.
Pero Dios le dijo:
“Necio, esta noche te van a reclamar el alma, y ¿de quién será lo que has preparado?”.
Así es el que atesora para SÍ y no es rico ante Dios».