Tegucigalpa – Los obispos de la Conferencia Episcopal de Honduras (CEH), exhortaron hoy a todos los sectores de la sociedad a caminar juntos y pidieron menos divisiones para sacar adelante el país.

– Sinodalidad significa caminar juntos como Pueblo de Dios.

– La salvación es también para los migrantes, los indígenas, los afroamericanos, los jóvenes, los niños, las mujeres, los campesinos, los privados de libertad, recordaron los religiosos.

En un mensaje leído por el vocero de la CEH, sacerdote Juan Ángel López, los obispos de Honduras reflexionaron sobre la sinodalidad y concluyeron que hoy más que nunca estamos llamados a ser sal y luz del mundo.

“Inspirados y movidos por el espíritu del Sínodo de la Sinodalidad, exhortamos a todos los hondureños a «caminar juntos», en todos los sectores de la sociedad, a fin de sacar adelante al país, más unidos y con menos divisiones”, destaca el mensaje de la CEH.

Todos somos corresponsables en la construcción de una sociedad que sepa incluir, integrar y levantar a los que han caído o están sufriendo, reflexionaron los obispos de Honduras.

El acontecimiento del Sínodo es una bendición para la Iglesia, una especial manifestación del Espíritu Santo, autor y fundamento de la comunión y la unidad, ya que la palabra «Sínodo», etimológicamente deriva de los términos griegos syn (que significa «juntos*) y hodos (que significa «camino»); es decir, el Sínodo expresa nuestra más profunda y verdadera identidad. caminar juntos, subraya el mensaje leído por el vocero de la CEH.

 A continuación Departamento 19 reproduce el mensaje de la CEH:

Queridos hermanos,

Los Obispos de la Conferencia Episcopal de Honduras (C.E.H.), reunidos en Asamblea Plenaria, compartimos con ustedes el gozo y la alegría del Sínodo de la Sinodalidad que estamos celebrando como Iglesia. Nos llena de esperanza saber que han sido convocados, en torno al Vicario de Cristo y Sucesor del Apóstol Pedro, el Papa Francisco, un número significativo de personas, representando a todo el Pueblo de Dios.

El acontecimiento del Sínodo es una bendición para la Iglesia, una especial manifestación del Espíritu Santo, autor y fundamento de la comunión y la unidad, ya que la palabra «Sínodo», etimológicamente deriva de los términos griegos syn (que significa «juntos*) y hodos (que significa «camino»); es decir, el Sínodo expresa nuestra más profunda y verdadera identidad: Caminar juntos. El Sínodo es un nuevo Pentecostés para la Iglesia y para el mundo.

Al desarrollarse el Sínodo de la Iglesia, en su fase universal, es momento oportuno para reconocer que somos un solo Cuerpo, un solo Espíritu, un solo Señor, una sola fe y un solo bautismo (Cf. Ef. 4, 4 y 5). Por ello, invocamos el auxilio del Señor, para que nos conceda la gracia de escuchar lo que el Espíritu dice a la Iglesia en estos tiempos (Cf. Ap. 2, 29).

Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca (ML. 4, 17). Con el Sínodo de la Sinodalidad se reaviva en la Iglesia y en el mundo la llamada de Jesucristo a la conversión. Su llamada es tan actual y apremiante, que se dirige a toda la sociedad: es una llamada que exige la conversión personal, pero también la conversión social.

Hemos de atender con generosidad a la llamada del Señor, porque es la única manera en que el hombre podrá progresar y desarrollarse. Sin una verdadera conversión, la vida de la Iglesia se empobrecería y el desarrollo de la sociedad sería un espejismo y una falacia.

Secundando la fuerza transformadora de la acción del Espíritu Santo en la Iglesia, expresada bellamente en el Sínodo de la Iglesia, tenemos presente al Apóstol Pablo, que nos dice: «No entristezcan al Espíritu Santo de Dios», (Ef. 4, 30). Como en la primitiva comunidad, también hoy vemos que hay muchos obstáculos entre los cristianos y en la sociedad, obstáculos que entristecen al Espíritu de Dios, y que debemos superar, si queremos realmente asumir las exigencias de la Sinodalidad.

Frente a los problemas sociales de la crisis económica, de violencia, de corrupción y de impunidad, reconocemos que la misión de la Iglesia es la salvación, y no la condenación. La salvación es también para los migrantes, los indígenas, los afroamericanos, los jóvenes, los niños, las mujeres, los campesinos, los privados de libertad, etc.

La misión de Jesús es salvar, nunca es dar muerte, y por lo tanto es deber de todos los bautizados trabajar juntos incansablemente, para anunciar el Evangelio de Cristo y los valores que dan vida a nuestra sociedad.

El Sínodo de la Iglesia nos debe motivar a reflexionar sobre la necesidad de conversión para la unidad y la hermandad, la conversión para una participación responsable y consciente, tanto en la Iglesia como en el mundo, y la conversión para un gran impulso misionero que nos lleve a vivir el mandato de Jesús: “Vayan por todo el mundo y anuncien (el evangelio a toda creatura». (Mc. 16, 15).

Exhortamos a todo el Pueblo de Dios a orar por el Sínodo de la Sinodalidad, por su realización y por los frutos que se esperan de él. Los frutos de la oración y, en especial, los frutos de la reflexión de toda la Iglesia, bajo la luz del Espíritu Santo, nos han de llevar a acompañar y a iluminar con la Palabra de Dios, como peregrinos de paz y de esperanza cada una de las realidades en que estamos viviendo.

Hoy más que nunca, estamos llamados a ser la sal de la tierra y la luz del mundo (C. ML. 5. 13-14), como nos pide el Señor. No escondamos los dones recibidos, porque no se enciende una lámpara para ocultarla y ponerla debajo del celemín, sino que se enciende, para colocarla sobre el candelero, para que alumbre a todos (Cf. Mt. 5, 15).

Inspirados y movidos por el espíritu del Sínodo de la Sinodalidad, exhortamos a todos los hondureños a «caminar juntos», en todos los sectores de la sociedad, a fin de sacar adelante al país, más unidos y con menos divisiones.

El Papa Francisco, en su Mensaje para la 53ª Jornada Mundial de la Paz, nos enseñaba que el mismo proyecto de fraternidad está inscrito en la vocación de la familia humana. De este modo, todos somos corresponsables en la construcción de una sociedad que sepa incluir, integrar y levantar a los que han caído o están sufriendo (Encíclica Fratelli Tutti, n. 77).

Dios nuestro Padre, por intercesión de la Santísima Virgen de Suyapa, Patrona de Honduras, nos conceda a todos su abundante paz y bendición.