Tegucigalpa (Por Verónica Castro) – Emilia Anderson lleva el arte en su sangre y el Caribe hondureño quiere que también sea una de sus fuentes de inspiración, aunque busca un contacto con lo profundo del país que le muestre lo auténtico de ser hondureño.

Anderson es una joven cineasta que busca captar en la juventud el quehacer diario del país con la finalidad de crear una cultura que permita a las personas realizar una mirada hacia lo nacional, señalando que a veces se está obsesionado por ver sólo hacia afuera.

Y sí, su apellido, que es muy conocido en Honduras, está relacionado con el gran cantautor hondureño, el desaparecido Guillermo Anderson. Emilia es una de las tres hijas del recordado artista ceibeño.

Al igual que su padre, busca desarrollar su talento desde su ciudad natal caribeña de La Ceiba, solo que Emilia se decantó por el área del cine para desarrollar su vena artística.

Desde ese puerto hondureño, Emilia Anderson ha dado forma a su documental “Muchachas”.

Aunque vive en La Ceiba, es común que visite la capital del país para trabajar en sus proyectos, como ocurre con esta apuesta que está en pañales y que consiste en una serie documental que retrata la vida diaria de mujeres entre los 20 y 25 años en las diferentes regiones de Honduras.

El episodio piloto de ´Muchachas´ ya está grabado y la idea es grabar en los 18 departamentos, para contar la realidad de las jóvenes hondureñas desde cada rincón del país, lo que la obligará a salir de su ciudad natal.

La joven cineasta explica que se dice mucho de los 20 años en la vida de una persona, que es la época más bonita en la vida, que es la que más se disfruta y aunque cree que en parte es cierto, señala que es también la edad en que uno se hace adulto.

Fue justamente en esa época de su vida, los 20´, que Emilia perdió a su padre, el cantautor hondureño Guillermo Anderson quien perdió la lucha contra el cáncer hace siete años, por lo que sabe que es una edad que marca la vida de las personas.

Un lugar que inspira

En La Ceiba, el ritmo de vida es más lento, y aunque su formación fue realizada en urbes como La Habana y Viena, esa calma que se respira cerca del mar, inspira y da tranquilidad a la artista.

Su vida transcurrió entre las olas, la música y el calor de su madre. De su padre señala que siempre viajaba mucho debido a su carrera artística por lo que cuando él estaba en casa, era una fiesta.

“Por un lado era negativo, faltaba a cosas, a cumpleaños o partidos de fútbol y para mí eso se convirtió en algo normal, pero por otro lado la manera en que mis hermanas (Rocío y Marianela) y yo nos terminábamos relacionando con él cuando estaba era algo emocionante y creo que él también, más que ese papá disciplinario tenía el papá divertido”, recuerda.

Su conexión con el cantautor es tal que afirma que siente que desde pequeña él había visto en ella esa madera de artista y sabía que ese sería su futuro, pues siempre le aplaudieron sus expresiones artísticas.

“Cuando aprendí a leer, escribí unos poemas y se los enseñé a mi papá y él me los mandó a imprimir y le puso ilustraciones”, relató al agregar que si a un niño se le apoya de la manera en que sus padres (Lastenia Godoy y Guillermo Anderson) la apoyaron a ella, amará el arte y lo abrazará en el futuro. Inicialmente, Emilia sintió atracción por ser escritora, pero al verlo como algo solitario fue perdiendo el interés y luego que su papá le regaló una cámara fotográfica, le gustó capturar imágenes.

A los 15 años, un proyecto escolar la llevó a su primer encuentro con la edición de un video y allí supo que eso era lo que quería hacer, crear emociones, manipular imágenes, “el cine es algo tan multidimensional, una combinación de muchas cosas y eso era una combinación de todo lo que me gustaba”, confiesa.

La inquietud de adentrarse en el mundo cinematográfico la llevó a estudiar Ciencias de Cine, Teatro y Medios de Comunicación en la Universidad de Viena, Austria y después a Cuba, en la Escuela Internacional de Cine y Televisión, donde se graduó como directora de cine de ficción.  

Una muestra de lo auténtico

Con ´Muchachas´, Emilia y su equipo, conformado solo por mujeres, se han encontrado con la realidad de Honduras y la vida auténtica de los hondureños no llama la atención entre quienes hacen cine en el país.

“He hablado con productores y personas que saben de cine y cuando les presentó la idea del proyecto, como que no les parece interesante y quizá es tan sencillo que no parece importante, pero siento que en el contexto de Honduras sí lo es”, relata.

A la hora de plasmar sus ideas, Emilia piensa en el espectador hondureño y cómo será recibido el proyecto en el país. “Siendo que en el cine latinoamericano se pierde, porque el sistema actual de cómo funciona el cine está basado en los festivales europeos, que está muy bien, pero eso no es lo que yo quiero hacer”.   

Emilia se cuestiona, de qué sirve que un filme suyo se presente en muchas ciudades grandes de Europa si en Honduras nadie la ve, debido a la exclusividad que piden en los festivales y además agrega “que tan latinoamericana puede ser una película que está hecha pensando en los críticos europeos que la van a ver y si el punto es que gane, la estamos haciendo al gusto europeo”.

La cineasta ve en lo cotidiano, temas que muestran lo auténtico de ser hondureño. “Siento que falta una mirada genuina hacia nosotros como hondureños porque a veces estamos obsesionados con lo externo, miramos mucho hacia afuera y a veces es tanto que dejamos de ver hacia adentro y  termina creando una mirada inauténtica hacia nosotros”, indica.

“Si todos los días lo único que vemos es que Honduras es un país terrible, donde matan a mujeres todos días, hay pobreza, no me sorprende que hayan caravanas de gente que se quiera ir, creo que esa mirada que nosotros hemos alimentado de que somos lo peor de lo peor hace que no nos queramos a nosotros mismos y que no queramos ser hondureños”, dijo al agregar que siente que la verdadera identidad cultural está en cosas sencillas, pero más identificables.

Emilia reconoce que le falta aprender a cómo buscar apoyo económico y a no frustrarse ni desanimarme cuando le cierren las puertas. “A pesar de que tengo poco tiempo, me ha tocado de que me digan que no. No desanimarse cuesta”, dijo. VC