París – Las concesiones de visados o permisos de residencia en los países de la OCDE se han hundido un 46 % en el primer semestre, la mayor caída de las entradas de inmigrantes de la serie histórica, y la recuperación tardará dadas las restricciones que siguen en pie y la situación epidémica.

En su informe anual sobre migraciones publicado, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) explica que el descenso ha sido particularmente violento en el segundo trimestre (del 72 % respecto al mismo periodo de 2019).

La caída ha sido particularmente pronunciada en países como Chile, Grecia, Japón, Corea del Sur y Estados Unidos que han impuesto las restricciones más estrictas y/o más largas.

Particularmente relevante es el caso de Estados Unidos, históricamente el primer receptor de inmigrantes en términos absolutos, que redujo progresivamente y suspendió desde primavera la entrada de extranjeros desde muchos países. En junio su presidente, Donald Trump, prolongó la suspensión de ciertos visados hasta finales de 2020.

En Chile, la reducción del 72 % de permisos en la primera mitad del año responde a las restricciones a la entrada de venezolanos desde finales de 2019 así como a la suspensión de las entrevistas presenciales para tratar nuevas demandas de residencia.

El movimiento ha sido globalmente menos marcado en los países europeos de la organización, con un retroceso del 35 % en el primer trimestre y del 59 % en el segundo.

Los autores del informe se refieren a España como uno de los países en los que no se ha suspendido la tramitación de las demandas de visado, aunque haya limitaciones prácticas para su concesión, y que ha jerarquizado y simplificado los procedimientos para los trabajadores agrícolas y del sector de la sanidad.

Por lo que respecta a los demandantes de asilo, las primeras estimaciones apuntan a que en Europa en los seis primeros meses del año disminuyeron un 33 % (un 66 % en el segundo trimestre)

La OCDE alerta del riesgo de que la pandemia y sus consecuencias económicas anulen una parte de los progresos que se habían conseguido en la última década en materia de inmigración y de integración.

Uno de sus grandes temores es que aumenten las fricciones entre las intenciones de migración y las oportunidades reales, con la consiguiente frustración en los países de origen.

También teme por una precarización de la población inmigrante que vive en la OCDE, cuyas tasas de desempleo han crecido en los últimos meses más que las de los nacionales de esos países.

Todo eso cuando los inmigrantes han estado en primera línea desde el comienzo de la crisis de la COVID-19: representan un 24 % de los médicos, el 16 % de las enfermeras y porcentajes también superiores al de su peso demográfico en el servicio doméstico, la limpieza, los temporeros agrícolas y el transporte.