Fotografía cedida por la Asociación de Defensa Etnoambiental Kanindé y fechada el 4 de febrero de 2016 que muestra a Aruká Juma (foto), el último chamán de los Juma de Brasil. EFE/ Kanindé Gabriel Uchida

Sao Paulo – Sobrevivió a varias masacres que casi exterminaron a su pueblo, pero no a la covid-19. La muerte de Aruká Juma, el último chamán de los Juma de Brasil, ha puesto punto y final a una generación de esta etnia indígena, ahora reducida apenas a sus tres hijas y sus nietos.

Nadie sabe cuántos años tenía Aruká. Los órganos oficiales dicen que 86, pero quienes lo conocían y convivieron con él aseguran que tenía más de cien.

Su mirada profunda encerraba la historia de un pueblo ancestral del que se tiene constancia por primera vez en relatos de viajeros del siglo XVIII. Entonces se estimaba que había entre 12.000 y 15.000 indígenas Juma.

Hoy solo quedan las tres hijas de Aruká, que luchan para continuar un legado en peligro de extinción y que continúa gracias a que se casaron con indígenas de la etnia Uru-eu-wau-wau, con quienes aseguraron su descendencia.

UN PUEBLO GUERRERO DEDICADO A SOBREVIVIR

Los Juma forman parte de un grupo más amplio denominado Kagwahiva. Históricamente han vivido en el sur del estado de Amazonas, casi frontera con Bolivia.

«Es un pueblo muy guerrero. Un símbolo de resistencia, porque pasaron por muchas masacres, ataques, también por epidemias. Ésta no es la primera, tuvieron sarampión, tuberculosis…», explica a Efe Ivaneide Bandeira, fundadora de la Asociación Kanindé, que trabaja desde hace años con los Juma.

Los constantes ataques de colonos blancos, obsesionados con la madera de su territorio, y las enfermedades diezmaron su población hasta casi su desaparición.

Los Juma siempre resistieron a los invasores. Incluso se ganaron la fama de ser una comunidad hostil por la costumbre, según crónicas pretéritas, de llevarse las cabezas de sus enemigos a modo de trofeo.

Pero en los 60, coincidiendo con el inicio de la dictadura militar (1964-1985), un grupo de comerciantes patrocinó una campaña de acoso y derribo que casi acabó con ellos. Al final de esa década restaron unas pocas decenas y antes de entrar en el siglo XXI se contaban con los dedos de las manos.

Entre esos pocos estaba Aruká.

EL ÚLTIMO GUARDIÁN DE LA CULTURA JUMA

Aruká consiguió sobrevivir a todas las embestidas. Era lo que en argot indígena se conoce como el «pajé», el guía espiritual encargado de preservar todo el universo cultural Juma.

«Era muy importante para el grupo. Una persona muy discreta y en él se percibía un sufrimiento muy grande de todo lo que le pasó a lo largo de su vida. Era como un guardián de la cultura del pueblo Juma», explica a Efe Edmundo Peggion, profesor de Antropología de la Universidad Estatal Paulista (Unesp).

«Era el último hombre, aunque sus nietos podrían reivindicar la identidad Juma en el futuro», aclara.

Peggion le conoció personalmente y recuerda los adornos tradicionales que Aruká lucía en su cuerpo.

Siempre tuvo dificultades para comunicarse en portugués y le gustaba estar cerca de sus tres hijas y sus nietos, a los que siempre les remarcó la importancia de mantener viva las costumbres Juma.

Aruká les enseñó los rituales de sus antepasados, algunos de los cuales no consiguió volver a poner en práctica debido a los pocos miembros que quedaban vivos de la etnia.

«Era un hombre muy fuerte. Tenía una preocupación muy grande de enseñar a las hijas y a sus nietos la cultura y la lucha de resistir para mantener a su pueblo», rememora Bandeira.

«Instruía mucho a sus nietos, les contaba la historia de las masacres, la importante de mantenerse como pueblo. Les enseñaba a pescar, cazar, tenía esa preocupación cultural», añade.

El reconocimiento oficial del territorio Juma fue otra larga batalla que llegó después de un éxodo hacia tierras de los Uru-eu-wau-wau, en el norte del estado Rondonia.

El motivo del traslado era evitar su desaparición. Allí sus tres hijas se casaron y el linaje pudo sobrevivir. Hoy, la actual cacique es una de las hijas de Aruká: Borehá. Años después pudieron volver a casa.

Según Bandeira, fue el mayor momento de felicidad que vivió Aruká. Nada más llegar empezó a planificar la construcción del centro ceremonial con el estilo arquitectónico Juma.

SIN DEFENSAS PARA EL CORONAVIRUS

Los Juma continúan sufriendo en la actualidad las ataques de madereros y cazadores furtivos. Pero la pandemia de covid-19 ha puesto en jaque la subsistencia de este pueblo.

Prácticamente toda la aldea se ha contagiado, explica Bandeira. Aruká no consiguió escapar.

Con el sistema público de salud de Rondonia virtualmente colapsado, el chamán tuvo que esperar por una cama de terapia intensiva. Finalmente consiguió un lugar, pero acabó falleciendo.

La pérdida de Aruká se une a la de otros grandes líderes indígenas brasileños que también han perecido por la pandemia.

Según la Articulación de Pueblos Indígenas de Brasil, unos 50.000 indígenas han contraído la covid-19 y 970 han fallecido.

En la tierra Juma, las autoridades no montaron ninguna barrera sanitaria para impedir el paso de extraños.

«Es responsabilidad del Estado. Tiene que haber barreras de control. Ha habido un fallo en la protección a los indígenas», denuncia Bandeira, quien critica que solo haya un representante del Gobierno federal para atender a todos los indígenas de la región.

La pérdida de Aruká ha sido un golpe durísimo para su familia, aunque todos sus integrantes están decididos a mantener viva la memoria del último chamán de los Juma.