Para Hugo su tormento durante el cautiverio aumentó exponencialmente por las circunstancias propias de la pandemia. Archivo / Proceso Digital.

Tegucigalpa – Un amigo muerto en el camino, tres cuarentenas purgadas y el sueño roto de conocer a su padre, es la “película de terror” que vivió un hondureño migrante que se sinceró frente a la libreta y micrófonos de Proceso Digital y relató los detalles de su viaje y deportación en tiempo de pandemia.

– “Tenía el propósito de conocer a mi papá, él está en EE. UU. desde que tengo tres años», citó el entrevistado que ahora tiene 23 años.

-Destacó como única ventaja, que el uso de mascarilla le permitió mimetizarse entre los ciudadanos de los países en tránsito de la migración.  

Con apenas 23 años Hugo, como le llamaremos a efectos de mantener su identificación reservada, salió en busca de mejores oportunidades en medio de la pandemia en Honduras, el 13 de marzo de 2020, justamente dos días después que se confirmaron los primeros casos positivos de COVID-19 en el país centroamericano.

Salió de Talanga, Francisco Morazán, uno de los municipios más golpeados por el COVID-19 y el desempleo en el país, con la ilusión de cumplir el denominado sueño americano pero lo que vivió en sus palabras fue “una película de terror”. “Prácticamente lo que viví fue una película de terror”, resumió.

Logró sortear todos los peligros de la travesía e incluso ingresar a suelo estadounidense donde gozó de ochos días en libertad antes de ser aprehendido y llevado a un centro de detención de inmigrantes en El Paso, Texas, dónde estuvo 110 días detenido. Fue en Nuevo México y allí vivió el más desagradable episodio que recuerde en su vida.

Un amigo muerto

Narró que emprendió la ruta migratoria con dos amigos más, también oriundos de Talanga, pero en el trayecto se sumaron otros tres, uno de ellos murió en el intento de cruzar la frontera estadounidense.

“En el camino ya éramos seis y lastimosamente uno de ellos murió. Uno de los tres que se unieron murió”, sollozó.

Con voz entrecortada recordó que llegaron juntos a Monterrey, México, allí se separaron y el muchacho que perdió la vida optó por seguir la travesía por Piedras Negras, Coahuila, fronteriza del noreste de México.

Precisó que hasta ahora se desconoce si le pasó algo arriba del tren o alguien le hizo algo, lo único que supo en voz de la hermana del hoy occiso, a quien contactó vía telefónica, es que había perdido la vida intentando cruzar la frontera.

 A su criterio los retos normales de la migración como el racimo aumentaron exponencialmente durante la pandemia.

El migrante hondureño alega haber sido discriminado por ser latino e inmigrante, consecuencia de ello purgó tres cuarentenas, contó a Proceso Digital.

 Tres cuarentenas purgadas

“Cuando llegamos a EE. UU. se puso fea la situación con el COVID-19 y tuve que purgar mi primera cuarentena, luego me cambiaron de prisión y tuve que hacer otra cuarentena y luego se volvió a poner difícil la situación y me obligaron a hacer otra cuarentena”, narró el inmigrante hondureño.

Detalló que llegó a pasar más de 14 días consecutivos sin ver la luz del sol durante las tres cuarentenas que tuvo que experimentar.

“Fue difícil, uno solo piensa:  estar preso, solo y encima enfermarse. Lo que cuentan los otros presos que se enfermaron era difícil”, agregó.

También se realizó tres pruebas para detectar el virus, y las mismas dieron negativo, lo que le permitió acceder a un documento médico que presentó a su regreso a Honduras para evitar realizar una nueva cuarentena como lo exigen las autoridades del Sistema Nacional de Gestión de Riesgo (Sinager), para todos los ciudadanos nacionales o extranjeros que ingresen al país.

Foto ilustrativa del abrazo de un padre y su hijo. Archivo.

Sueño roto de conocer a su padre

Relató que su padre emigró cuando apenas tenía tres años, razón por la que hoy dice que no lo conoce y que su sueño es conocer a su progenitor.

Combinado con las razones económicas, este fue uno de los principales motivos que impulsó a Hugo a emigrar hacia EE. UU.

Sin embargo, al caer preso -dijo- su sueño se convirtió en congoja ya que sufrió discriminación, en su opinión, acentuada por ser latino.

Para Hugo su tormento durante el cautiverio aumentó exponencialmente por las circunstancias propias de la pandemia y la notable discriminación, según su relato, por ser latino le ordenaban que se bañará más veces o que mantuviera la distancia ya que los otros presos lo veían como un agente de contaminación del virus que provoca la COVID-19.

Su padre vive actualmente en la ciudad de Cleveland, Ohio, lugar hasta donde pretendía llegar, y un sitio que ahora le parece inalcanzable de conocer.

Los migrantes tienen que caminar muchas horas e incluso días en su esfuerzo por evitar a las autoridades. Foto: Cortesía Catholic Relief Services.

Deportación en tiempos de pandemia

Describió que luego de tener más de 100 días privado de libertad pidió voluntariamente la deportación. Su travesía duró seis meses desde el 13 de marzo hasta el 11 de septiembre que fue deportado al aeropuerto de la Lima, Cortés, norte de Honduras.

“Eran camas pequeñas y comida diferente y me discriminaron al llegar, me tiraron las cosas y me obligaron a bañar”, recordó al ser consultado sobre su estadía en EE. UU.

Al igual que muchos hondureños decidió pelear su caso y solicitar asilo, pero al transcurrir los días, cedió de esta idea y optó por la deportación.

El asilo es una condición que con las nuevas normas impuestas por la administración estadounidense se ha complicado para los migrantes del Triángulo Norte. Estas disposiciones les obligan a esperas prolongadas y les niega esa posibilidad en un buen porcentaje de los casos.

Igualmente las disposiciones firmadas por México, Guatemala, El Salvador y Honduras, en calidad de “Tercer país seguro”, permiten que los solicitantes de asilo pasen la espera en estos países y ese tiempo puede prolongarse largamente.

“Fue casi obligado porque esperaba una respuesta de la gente de asilo, lastimosamente el juez me dijo que no aplicaba y aunque tenía el derecho para apelar, decidí firmar la deportación”, exteriorizó.

Sin embargo, estimó que tras firmar el documento de deportación vivió otra travesía ya que la misma no fue inmediata, tardó 15 días para hacerse efectiva.

Durante la pandemia las deportaciones de hondureños suman 16 mil 287 connacionales, según el Observatorio Consular del Ministerio del Exterior de este país.

“Me llevaron para Arizona a un lugar que se llama Flores que igual es un centro de detención y estuve tres días antes de ser deportado”, mencionó.

Exactamente fue deportado el pasado 11 de septiembre y a su regreso sufrió un impacto con la realidad ya que se había ido al inicio de la pandemia y regresó cuando la curva de casos positivos alcanzaba un pico importante.

Las medidas restrictivas también cambiaron su retorno ya que su familia tuvo que solicitar un salvoconducto para poder ir por él al aeropuerto de la Lima.

Este fue el primer intento de llegar a EE. UU, para este hondureño de 23 años quien, tildó la experiencia como una película de terror pero que aún ansía conocer a su padre.